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Crecimiento de población urbana y sus efectos en el paisaje
Chile tiene una de las mayores tasas de población urbana, estimándose que alrededor del 90% de su población vive en zonas urbanizadas (United Nations, 2014). La ciudad de Santiago de Chile, es un claro ejemplo del fuerte incremento de la población urbana que ha ocurrido en el país. Con una población proyectada en 7.2 millones de habitantes en el año 2017, esta ciudad ha casi duplicado su población en los últimos 30 años (Instituto Nacional de Estadísticas, 2015).
Este aumento poblacional ha estado asociado a un crecimiento exponencial de su área urbana, la cual se ha duplicado en los últimos 40 años (Romero et al., 2012), reemplazando para ello la gran proporción de terrenos naturales y agrícolas que antiguamente jugaban un rol fundamental en la provisión de diversos servicios ecosistémicos para la ciudad (Romero & Vásquez, 2005).
Es así como la transformación de estas áreas se ha vinculado con una serie de impactos negativos para la ciudad, incluyendo el aumento de inundaciones invernales, mayores temperaturas de verano y mayores concentraciones de material particulado (esmog) en invierno (Romero et al. 1999; Romero & Vásquez 2005; Krellenberg et al. 2013). La pérdida de áreas verdes, tanto naturales como artificiales, no sólo ha implicado una importante merma en la calidad ambiental para los habitantes de nuestra capital, sino que al estar distribuidas de forma desigual en el territorio, ha impactado en mayor proporción a aquellos sectores socialmente más vulnerables de la población (Fernández, 2015), repercutiendo en los indices de desigualdad socio-espacial dentro de la ciudad.
Resiliencia urbana
y cambio climático
Como consecuencia del uso indiscriminado de los recursos naturales, la calidad de vida en las ciudades se ha visto reducida y los riesgos ambientales —tales como los deslaves, las inundaciones, la erosión y la polución, entre otros—se han incrementado sustancialmente, planteando nuevos retos para nuestras ciudades modernas de rápido crecimiento, como también potenciando los desafíos que trae consigo el cambio climático.
En este sentido, los cerros islas, como recursos naturales de nuestra ciudad, tienen el gran potencial para contribuir en la construcción de resiliencia de Santiago; especialmente ante los desafíos naturales. Estos promontorios podrían ayudar a amortiguar los problemas y tensiones provocadas por las futuras catástrofes o alteraciones que son imposibles de predecir, pero que sí prever el cómo responder antes ellas.
A pesar de su estado actual, que en muchos casos es de gran deterioro, hoy los cerros, logran contribuir en alguna medida a solucionar problemas ambientales de la ciudad, ya sea proporcionando oxígeno y/o renovando el aire contaminado, como también facilitando sus laderas como áreas verdes y zonas de esparcimiento. En este sentido, estos podrían llegar a ser elementos esenciales para disminuir índices de contaminación atmosférica de nuestra capital, los efectos generados por las islas de calor en la ciudad, paliar el déficit de áreas verdes , como también actuar como zonas de infiltración para así evitar inundaciones en las partes bajas de la ciudad.
Cerros Isla como patrimonio natural
Desde que la ciudad de Santiago fue fundada a los pies del cerro Santa Lucía, la expansión de la mancha urbana ha ido reconfigurando la topografía del valle sin ser capaz de reconocer su geografía. Así, quienes han ido planificando la ciudad no han sabido incorporar y reconocer el paisaje natural en que se encuentra ubicada nuestra ciudad.
Santiago se encuentra emplazada en una cuenca ambiental semi-cerrada por la Cordillera de los Andes, la Cordillera de la Costa, el Cordón de Chacabuco y la Angostura de Paine y que forma parte de una de las cinco zonas existentes en el mundo que presenta clima y vegetación del tipo mediterráneo (Forray et al., 2012). A pesar de ser reconocida como una de las 34 zonas prioritarias a ser conservadas por su singular biodiversidad (Mittermermeir et al., 2004 en Forray et al., 2012), hemos tenido muy poca conciencia de este patrimonio natural y pocas veces recordamos que su condición montañosa también se manifiesta al interior del valle en los promontorios que reconocemos como "Cerros Isla". De esta manera, el “nuevo” paisaje de Santiago se caracteriza por el inevitable encuentro de estas piezas geográficas con la ciudad. En consecuencia, y debido a la falta de planificación urbana y ecológica, los cerros islas han ido quedando aislados de recursos hídricos, corredores ecológicos y otras áreas verdes urbanas como parques y plazas, lo que ha generado cuadros de degradación en sus ecosistemas. En otras palabras, la planificación de la ciudad no ha incorporado a los cerros isla como parte de un sistema ecológico integral a escala territorial.
Herramienta para impulsar la equidad social
En respuesta a la escasez de áreas verdes en Santiago y a su tendencia a la desertificación, los cerros isla son un paño considerable de superficie libre dentro del área urbana de Santiago, constituyendo un recurso significativo para aumentar el déficit existente de áreas verdes y potenciar su biodiversidad. Si se considera además que muchos de los cerros isla se localizan en las comunas con menos recursos y áreas verdes, éstos representan una herramienta clave para mejorar la distribución de estas áreas dentro de la ciudad. Asimismo, los cerros isla son una oportunidad para promover principios de equidad en los procesos de desarrollo urbano, aumentando la calidad de vida de los ciudadanos.
Cerros isla como un sistema ecológico
Postulamos que la ciudad no debe ser comprendida como un territorio construido y sus elementos naturales como espacios residuales. Los principios de la ecología del paisaje dan luces sobre la compleja relación entre los distintos sistemas que componen el tejido de nuestras ciudades. De esta manera, entendemos la ciudad a escala territorial y a modo de mosaico ecológico, en la que los cerros isla conforman un archipiélago que entrelaza lo natural y lo edificado.
En consecuencia, buscamos integrar los 26 cerros isla de Santiago a un sistema metropolitano de áreas verdes. Si bien hoy nos enfocamos en aquellos cerros insertos en el área urbana de la capital, en un futuro esperamos expandir el radio de acción a cerros próximos y a otras ciudades del país que presenten la misma problemática. Como sabemos que es una tarea difícil y que tomará su tiempo, queremos empezar a actuar desde hoy, aunando a los actores y fuerzas necesarias para llevar a cabo esta tarea.
Parque Natural Urbano:
El parque natural urbano combina elementos de un parque natural y un parque urbano –el
cual parece especialmente adecuado para ser desarrollado en los cerros isla de Santiago.
A diferencia de un parque urbano –que se caracteriza por ser un espacio altamente diseñado,
manipulado y construido, donde se pone énfasis casi exclusivamente en los beneficios
sociales ligados a la recreación (Moreno, 2020; Vásquez, 2016; Thompson, 2002)–, un parque natural urbano se consolida con la menor cantidad de intervenciones posibles y trabaja con comunidades vegetales por su valor ecológico más que por su valor ornamental con el objetivo de contribuir en la protección de la naturaleza y el resguardo de la biodiversidad de los territorios.
Este tipo de parque busca proveer una amplia gama de servicios ecosistémicos relacionados con la mitigación y adaptación al cambio climático, la salud ambiental de las ciudades y la salud mental y física de sus habitantes, así como beneficios sociales vinculados a la recreación. Un parque natural urbano no se reconoce como una pieza aislada, sino que se entiende y funciona como parte de un sistema mayor, y requiere de los otros elementos naturales y de sus procesos ecológicos para subsistir en el tiempo.
Los cerros isla como parques naturales urbanos
Dada la condición montañosa de Chile, en muchas de sus ciudades y específicamente en
Santiago, existen cerros isla que son parte de un grupo de elementos naturales no
urbanizados que cuentan con el potencial para conservar la biodiversidad de la región y de
convertirse en parques naturales urbanos. Para esto es importante comprender su condición multiescalar, que responde en términos ecológicos y sociales, a características y necesidades que pueden ser entendidas tanto a escala regional como local.
Dada su condición insular, los cerros isla conforman un archipiélago de ecosistemas silvestres, que junto con el sistema de aguas (canales, ríos, humedales), parques, plazas y jardines existentes, podrían aportar a la consolidación de una infraestructura verde que resguarde la conectividad ecológica de las especies y al mismo tiempo conforme un sistema continuo e integrado de parques. Como vestigios de la cordillera, los cerros isla tienen una condición común de relieve sobre el plano del valle que los hace reconocibles. Son terrenos con pendiente, característica que determina sus distintos niveles de asoleamiento y por tanto el tipo de vegetación que ahí crece. Las laderas de exposición oriente reciben el sol durante la mañana y son sombrías en la tarde, de manera opuesta a las laderas de exposición poniente. Las laderas norte y sur reciben asoleamiento más constante, siendo las primeras las más secas y con menor concentración de especies, y las segundas la más húmedas y con mayor concentración de especies.
Todos los cerros isla tienen al menos una cumbre. Del origen etimológico “culmen”, el término se refiere al punto más alto. Esta condición los caracteriza como miradores naturales. Desde lo alto se obtienen vistas privilegiadas de la ciudad y del ¿contexto geográfico, lo que ayuda a reconocernos como parte de un territorio. También tiene un significado social relativo a “culminare” que hace referencia a finalizar algo. Siempre que se sube un cerro se quiere llegar a la cumbre, lo que significa llegar a la meta: cumplir un desafío y terminar un recorrido. Los alpinistas se refieren a “hacer cumbre”. Así como tienen similitudes, también cada uno tiene sus particularidades. Los 26 cerros isla urbanos de Santiago varían considerablemente en sus formas y tamaños, lo que repercute en los grados de pendiente, la altura que alcanzan, la uniformidad de sus laderas, la presencia de quebradas y escorrentías. También, cada uno tiene una identidad cultural asociada. A simple vista cada uno puede parecer tan sólo un gran paño libre inserto dentro de la ciudad, sin embargo, todos cuentan con su propia identidad en términos de historia, usos, así como en la manera en que las comunidades locales se identifican con ellos.
Los distintos cerros isla, que a simple vista pueden parecer grandes paños libres insertos dentro de la ciudad, son territorios complejos tanto desde su morfología y la multiplicidad de usos que acogen, hasta la variedad de actores involucrados. Son paisajes multivalentes con diversos significados y funciones. En este sentido, es fundamental que el diseño reconozca esta complejidad y se convierta en una herramienta capaz de abrir estos espacios a la ciudadanía sin descuidar sus ecosistemas naturales, garantizando proyectos viables en su desarrollo y futura mantención.
Para eso se necesita considerar en su diseño la manera de gestionar estos terrenos, sus usos, la forma en cómo se van a administrar y mantener, entro otros. En virtud de lo anterior, los siguientes aspectos constituyen los lineamientos esenciales de diseño –propuestos por la Fundación Cerros Isla– para la transformación de un cerro isla en un parque natural urbano.
Intervenciones a modo de acupuntura
La infraestructura debiera ser la mínima necesaria que dote al cerro de accesibilidad, y al mismo tiempo resguarde los sectores donde se busca proteger y recuperar la naturaleza. Una suma de intervenciones mínimas, a modo de acupuntura, puede contribuir a la consolidación de un área de mayor tamaño con menos recursos. Es importante reconocer cuáles son estas intervenciones estratégicas y dónde se localizan, prestando atención a que generen espacios seguros y aptos para todo público.
Diseño multifuncionalidad
El diseño debe ser capaz de organizar y potenciar la multiplicidad de usos y funciones aún cuando parezcan incompatibles. Las intervenciones que se realicen en el cerro deben apuntar a solucionar más de una necesidad, para así reducir costos y minimizar la irrupción en el sistema natural. Una misma intervención puede dar solución a requerimientos de parque público y de área de conservación. En esta línea, por ejemplo, un sendero puede dar respuestas a problemas de circulación, pero también puede limitar los accesos a ciertas áreas, actuar como cortafuego, o dar soluciones a las problemáticas que ellos mismos generan como la remoción de suelo o la disrupción de las escorrentías naturales.
Material Vegetal
Es importante reconocer y comprender los ecosistemas existentes y trabajar con ellos. Recuperar la vegetación nativa y endémica es fundamental para fortalecer la biodiversidad del ecosistema y, al mismo tiempo, generar la capacidad de adaptación a las condiciones climáticas locales. Es necesario proteger y conservar los lugares de mayor valor ecológico e implementar procesos de restauración en los lugares más degradados, comprendiendo siempre al cerro en su totalidad y como parte de un ecosistema mayor. Asimismo, se recomienda utilizar los procesos naturales de desarrollo de flora y fauna. Con esto se espera disminuir los costos de mantención asociados al riego, uso de nutrientes (fertilizantes) y cuidados (limpieza, poda, y reposición, entre otros).
Diseño por pendiente
El relieve y los distintos grados de pendiente son atributos que debieran sentar las bases para definir el proyecto de paisaje y el programa del parque. La pendiente determina la erodabilidad del suelo, las escorrentías, la infiltración y el asoleamiento –elementos claves a considerar en cualquier proceso de restauración y de transformación en parque. Éstos debieran ser determinantes para la zonificación programática –ayudando a definir los lugares de protección, los usos y sus cargas, la accesibilidad, entre otros.
Gradiente urbano-natural
El borde es un elemento clave que no debe ser pensado como un límite o una línea, sino más bien como una gradiente que media entre lo urbano y lo natural. Éste actúa como membrana, por lo que debe ser capaz de solucionar problemas urbanos de accesibilidad y de límite. Al mismo tiempo, debe velar por la conectividad ecológica de las especies, evitando que los hábitats silvestres del cerro sean brutalmente fragmentados y aislados de cualquier tipo de conexión necesaria para su subsistencia.
Sustentabilidad
Los proyectos deben otorgarle al parque el mayor grado de autosuficiencia posible. Para esto los diseños deben buscar el ahorro, reutilización o autoabastecimiento de los recursos que se requieren o generen en la creación y operación del parque. Esto puede traducirse en la utilización de procesos naturales de desarrollo de flora y fauna, en el uso de procesos de filtración del agua, en la producción de energía limpia, y en la creación de procesos de compostaje de los residuos orgánicos, entre otros. En términos económicos, esto implica una menor inversión en su mantención y en términos ecológicos contribuye en la disminución de la huella de carbono del parque
Participación ciudadana
Cada cerro tiene un paisaje natural, cultural y social asociado, los cuales deben ser reconocidos y considerados al momento de su intervención. A pesar de no estar consolidados como parques, actualmente los cerros se utilizan como espacios de introspección, encuentro, recreación, deporte y educación; lo que da cuenta de su valor como espacio público. Sin embargo, muchos de los usos asociados deterioran sus ecosistemas, al no tener la infraestructura adecuada que guíe o mitigue el impacto. Por tanto es indispensable desarrollar procesos de participación ciudadana que acompañen el proceso de diseño del proyecto y que fomenten el diálogo entre los distintos actores involucrados. Se espera que al sumar a la comunidad en el proceso de transformación del cerro generará un vínculo afectivo entre el territorio y las personas, lo cual es importante para su protección y cuidado.
Diseño por etapas
El desarrollo de un parque en un cerro no apela a la inmediatez. Por el contrario, los cerros –al ser territorios naturales, complejos y de grandes dimensiones– requieren proyectos abiertos y flexibles con la posibilidad de adaptarse y modificarse a lo largo del tiempo, según los nuevos requerimientos. Las etapas pueden responder a distintos procesos asociados al proyecto de diseño –como el de restauración ecológica y el de participación ciudadana–, o también al presupuesto y a la gobernanza del parque. Es de suma importancia reconocer cuáles serán las primeras etapas que se desarrollarán, con el objetivo de que logren activar al cerro y detonar el desarrollo de las siguientes etapas. Estas primeras acciones pueden ser intervenciones físicas –como habilitar un acceso y un sendero– o programáticas –como
realizar una limpieza o plantación comunitaria–, y resultan claves porque simbolizan el inicio de un proceso de cuidado y recuperación.